Dijo: ¡¡Vete a la mierda!!

Dijo: ¡¡Vete a la mierda!!

Tampoco es lo mas fuerte que nos hemos dicho enfadados, pero me sentó fatal. Sonó igual que una patada en los dientes. No es que estuviéramos especialmente enfadados, ni nada de eso, estábamos arreglándonos para salir y yo me puse pesado con lo mucho que tardaba en arreglarse cuando sonó el: ¡¡Vete a la mierda!!. Según Pau lo mío fue un ataque de orgullo mal digerido, no sé, el caso es que cogí la chaqueta y di el portazo del milenio. Supongo que si no hubiera estado lloviendo a mares, hubiera dado dos vueltas a la manzana y hubiera regresado de morros, pero…. para no empaparme vivo me refugié del diluvio bajo la marquesina de la agencia de viajes de al lado de casa. Entré en la agencia, más por darle la paliza a la minifaldera del escote inmenso que por interés en ninguna de sus ofertas. Lo sé, no está bien, pero cuando estoy molesto, enfadado, sin saber que hacer, me divierte un montón enredar en cualquier tienda aunque no piense comprar nada. El escote aquel tenia algo. Terminé pillando un viaje en el AVE a Barcelona para aquella misma tarde. En el Taxi hasta la estación: dos veces pensé que yo era un idiota. Una que estaba haciendo el Gilipollas. Tres que lo mío era de niño enrabietado. Dos en decirle al taxista que regresara a casa. Al final apagué el teléfono porque una cosa es hacer el gilipollas y otra tener que contárselo si me llamaba. La noche me la pasé de muerte. Barcelona con Pau y sus amigos, a pesar del alcalde y la guardia urbana, es un sitio fantástico donde disfrutar de una noche increíble. Regresando a la casa de Aribau pedo perdido, me dio un ataque de arrepentimiento por pasármelo de puta madre. Encendí el móvil esperando encontrar veinte llamadas suyas. Ni una. Me quedé tan desconcertado que hasta se me fue el pedo. Me cabree más. Yo me había marchado, pero es que me había mandado a la mierda. Estaba claro que la pelota estaba en su tejado y que no pensaba mover ficha. Antes de comer volví a mirar el teléfono como treinta veces, nada. Me dio por pensar que seguro que había salido por la noche y hasta media tarde no daría señales de vida, nada. Por la tarde miré el teléfono ochocientas veces antes de escuchar el: NO TE LLAMARÁ, de Pau. El domingo me levanté feliz y totalmente convencido que me llamaría y haríamos las paces en dos segundos. El lunes me levanté a las cinco de la mañana para coger el AVE de primera hora y presentarme directamente en la oficina. A las once llamé a Nine y le dije:- Recoja usted toda sus cosas y póngaselas en bolsas en la entrada.- Cuando llegué a casa a eso de las doce de la noche ya no había nadie allí. El viernes siguiente nos encontramos en la fiesta de Carlanga, ni nos saludamos al vernos. A la salida coincidimos en el ascensor. Yo entré el último, me di la vuelta y me quedé mirando a la puerta, desde atrás escuche su voz:- cuando diste el portazo se me cayó el móvil y se le rompió la pantalla, yo no me sé de memoria tú número de teléfono. De verdad que me costó comenzar a caminar cuando se abrieron las puertas de ascensor. Ya han pasado tres meses, De vez en cuando coincidimos en alguna fiesta, alguna vez hasta hemos bailado juntos. Hablar no, claro. Hoy he recibido un sms suyo, simplemente decía:-hola-, yo he respondido:- hola…- Todavía no ha vuelto a responder, no sé…