Alberto es diferente. Le encanta, se muere literalmente por sentirse importante, por eso, en cuanto puede, sale de casa en busca del primer paso de cebra que pilla. Se para en el borde de la acera mirando inquisidor a los coches que se acercan, no mueve ni un musculo hasta que logra que los conductores detengan totalmente el coche, entonces cruza la calle despacio, muy despacio, sabiéndose el protagonista absoluto de la escena. Es y se siente en ese momento, como los toreros cuando hacen el paseíllo antes de las corridas, o como el rey cuando revisa a las tropas que le rinden honores. Se siente enorme. Hace tiempo también le encantaba colarse, y mientras más larga fuese la cola, mejor. Lo hacía francamente bien. El tipo primero elegía su víctima, algún apocado, algún acné juvenil, algún inmigrante, o algún tímido que estuviera en el principio de la cola, luego calculaba con precisión de relojero cuanto tardaría en llegar a la ventanilla. Entonces, en el momento preciso comenzaba su paseíllo estelar, paso firme y decidido, y con aspecto seguro y altivo recorría toda la cola desde el final para llegar a la ventanilla adelantándose a su infeliz víctima en el ultimísimo momento, compraba las entradas entregando el importe exacto y desandaba toda la cola con los brazos en alto como los boxeadores vencedores de un combate. Calculó mal aquel día. El africano de aspecto apocado, no era apocado, ni realmente africano a pesar de su color, además estaba de mala leche, harto de esperar tres horas para comprar una entrada y cansado de que lo trataran como a un inmigrante en su tierra… Le dio. Los que estaban esperando en la cola se animaron y le siguieron dando hasta que llegó la policía para rescatarlo… No ha vuelto nunca, ahora espera siempre su turno y ni protesta si alguien se le cuela… Esas pequeñascosas y, cuando en las reuniones de la comunidad de propietarios, en representación del “Peque” vota él y se opone a todo, son los grandes momentos de su vida. Nadie disfruta como él al ser protagonista de algo. De pequeño, durante años, soñó que el día de su primera comunión sería el gran momento de su vida, al final no le salió como quería, su madre se empeñó en que la celebrasen junto a la de su primo, y como el primo aportó muchísimos más invitados el quedó relegado a sentirse el telonero de su propia fiesta. No pudo jurar bandera, porque ni lo quisieron para hacer la mili, de su la boda con Carmenmejor olvidarse. A fin de cuentas, todos, la familia de él y de ella, los invitados, el cura, él y la misma Carmensabían que ella se casaba con él en un ataque de despecho porque la había dejado Joaquín después de casi catorce años de noviazgo. Para lo suyo, durante muchos años le fue de fabula el consejo del padre Aniceto: tú hijo mío, reza, vete a misa, salva tú alma, convence a Carmen que el uso del matrimonio solo es para tener hijos y reza para que quiera tener pocos. Realmente a Alberto, las mujeres ni fu ni fa y con los hombres nunca se había atrevido. Se cuenta que Michi Panero, uno de los hijos del poeta Leopoldo Panero, entró de sopetón un día en el despacho de su padre y se lo encontró glotón de la cosa de Luis Rosales (si, el hermano de José Rosales el Jefe de Falange que entregó a Lorca a los que lo fusilaron) Bueno, pues a Alberto le pasó algo parecido cuando lo mandaron del colegio a casa por unas decimillas de nada y se encontró a su padre delante del vecino apoyando los codos encima de la lavadora mientras le daban lo suyo. Aunque ahora sabe que la cosa da exactamente lo mismo, entonces se dijo a si mismo que si su padre hubiera sido el de detrás, pues bueno… tal vez hubieran podido volver a hablarse, pero así las cosas le fue imposible. Durante mucho tiempo pensó que el peor día de su vida fue cuando se dio cuenta que Carmen no sabía juagar al Paddley que por tanto llevaba unos ocho años engañándolo. Fue por una tontería. Tanto le decía que se iba a jugar un torneo y otro, y una partida, y un campeonato que un día se apuntó a clases particulares para darle una sorpresa .¡Menuda sorpresa! Ni sabia coger bien la raqueta la tía guarra, ni había pagado las cuotas del club durante años, ni tenía equipo, ni…. Lo que más le dolió de todo fue el darse cuenta de la absoluta falta de precauciones de Carmen al engañarle,saber claramente que ella lo consideraba un memo integral o que le importaba una mierda que él la descubriera. Se hubiera divorciado aquel mismo día si no es porque se dio cuenta que perdería la casa, y el coche hasta que aquellas dos zampabollos, que suponía sus hijas, cumplieran los dieciocho años. Fue ese día cuando Alberto se metió en una sauna a las dos de la madrugada. El día más feliz de toda su vida. Nunca pensó que se pudieran hacer todas esas cosas con otros hombres. Lo malo es que se enamoró como un gilipollas de un niñato totalmente imbécil. En cómodos plazos mensuales le entregó su alma, su nomina, sus ahorros y hasta el coche por el que continuabaviviendo con Carmen. Se descubrió todo y claro, entre Carmen y el niñato se quedaron con todo lo que tenía de valor. .Entonces fue cuando conoció al Peque que lo contrató de chofer, asistente, cocinero, camarero, y yo que sé cuantas cosas más, el caso es que siempre está por casa trasteando menos cuando sale a la calle a buscar pasos de cebra…
Copiado de: http://pau-2d2.blogspot.com/
4 comentarios:
jajajjajajajaja los hay con morro
un relato muy interesante... ¡pobre hombre!
biquiños,
Eres único contando historias! Gracias por visitarme y con ello recordarme que estáis ahí, tú y tus estupendos relatos.
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