Al final las cosas son lo que son

Al final las cosas son lo que son y no lo que queremos que sean. Y la puta realidad es que a mi hermano, a mi cuñada y a toda la familia les importa una puta mierda con quien me acuesto, con quien me levanto y que hago entre medias. Aquí ahora, como ya pasó hace veinte años, lo único que importa realmente, es que mi madre está mas pa allá que pa acá y hay que elegir a alguien que dirija la sociedad, y mi hermano, que lleva ya veinte años en el papelón del príncipe Carlos esperando que se muera su madre para ocupar su puesto, teme que otra vez se le escape el puesto. La de la anterior vez lo entiendo, Macarena cagando con las bragas en las rodillas y haciendo fuerza, tiene más clase y es más elegante que la coneja de mí cuñada en traje de noche y con tacones de doce centímetros. Entonces todo el mundo prefería a Macarena, no a mí, por eso se montó la movida, para que se siguiera la regla no escrita del principio y los últimos cien años, que a la bisabuela, la abuela, y a Neme, la sucediera otra mujer en el puesto… No pudo ser no nos casamos, y se eligió a mi madre aunque estuviera mi padre por medio. ¿Pero lo de ahora? Sé, y no porque yo lo piense, porque lo dice todo el mundo, que lo mío y lo de Pau es solo una escusa de mi hermano para que me vuelva a cabrear y no participe en la elección, pero lo que no entiendo es ¿Por qué no quiere que participe? No me creo que pueda pensar que yo le discuto el puesto. Si a mí me da lo mismo. Ni yo Ni el Pau queremos ser la “Señora de Garabato”. Claro que me jode ver a la coneja sucediendo a Gara, a Neme, a mi madre… da dolor de huevos, es como ver a Belén Esteban de presidenta del Tribunal Constitucional… jode, pero yo no tengo otra candidata.