From: Miguel [d2@ya.com]
To: goodman@hotmail.com
Subject: Pau
Hola
Ayer conocí a Pau. Es alguien muy
especial. Yo lo había visto muchas veces con Albert. Hace tiempo, un día vino a
recogerme en moto al aeropuerto, te lo conté. Me encantó su forma de mirarme,
me hizo sentirme en la gloria. Después me di cuenta de que Pau siempre mira
así, es lo suyo. Como dice Albert su mirada es lasciva y tierna a la vez.
Desequilibra, y da vértigo. Pau así, a simple vista sorprende por lo guapo,
después por su sonrisa, siempre sonríe. No sé lo que me pasó, hacía frío, mucho
frío, todavía estaba enfadado por lo de Basilio, y nadie me esperaba en ninguna
parte. Me sorprendí a mi mismo al escucharme decirle que me apetecía estar con
él. Estábamos los dos solos y no fui el más sorprendido, el aceptó.
Un olor acre a orines humanos,
mierdas de gatos, y semen reseco flotaba pegajoso en el cochambroso portal. Al
fondo del pasillo, dos bultos con aspecto humanoide, se movían rítmicamente
entre jadeos inconfundibles. Encendí la luz para tratar de orientarme en la
penumbra, la tenue luz de la bombilla acentuó lo sórdido del lugar. En la
oscurísima escalera repleta de pintadas obscenas, la puta vieja, chupaba sonora
la minga del africano. El moreno, con los pantalones por las rodillas y los
ojos desorbitados jadeaba al compás de sus embestidas. Les debió molestar mucho
el que encendiéramos luz, la profesional paró un momento, y nos llamó
gilipollas y algo más... El cliente, más agresivo, nos hizo un corte de manga
al tiempo que se acordó de la virtud de nuestras madres... Nosotros sin mirar
más, subimos deprisa hasta el tercer piso. Yo haciendo virguerías por no tocar
el pasamanos, por no rozar la pared, por no pringarme con alguna mierda. Pau
sacó la llave, abrió la puerta, ya en la casa, bueno..., es un decir, noté como
los vapores se filtraban por los desconchones de la pared, calaban el yeso
impregnando el papel pintado, la moqueta deshilachada y toda la casa del
maldito olor nauseabundo. La mugre y las cucarachas no eran nuestra única
compañía, también estaba un personaje de piel negruzca y de carnes amojamadas
como el pescado en salazón, que recitaba mustias letanías sobre el reino de los
justos y la misericordia divina delante de una imagen de la virgen.... Ella, la
vieja, no nos hizo el más mínimo caso. Yo seguí a Pau por un estrecho pasillo
hasta una habitación desproporcionadamente grande. Desconcertado por la
presencia de la amojamada, le pregunté a Pau por ella. -¿Y eso?- reconozco que
no era la forma correcta de preguntar por aquella mujer, pero no estaba yo en
aquel momento para muchas sutilezas... Pau no entendió la pregunta, pensó que
preguntaba por la habitación en la que acabábamos de entrar, sonrió con orgullo
y me dijo que era su habitación... la mejor de la casa. Una cama de matrimonio
altísima y destartalada, un armario de madera desvencijado y una silla flotaban
en la habitación, pensé que tenía mucha suerte por conocer nada más que la
mejor parte de la casa. Pau comenzó a desvestirse como si fuera la cosa más
normal del mundo, al tiempo, sin darse cuenta contestó mi pregunta sobre la de
la piel negruzca... – Mónica es mi tía abuela, está loca, tiene demencia
senil... era puta... y según cuenta guapa y muy cotizada... la tengo aquí por
no llevarla al asilo,... así me limpia la casa... - por un momento pensé que
Pau no podía estar bien de la cabeza... Limpiar seguramente era el único verbo
que no se había conjugado hacia meses o años en aquella casa. Grotesco, el ver
caer al suelo entre tanta pringosa miseria, pantalones de marca, camisetas de
marca y zapatos de marca. Yo, después de dudar un rato y mirar mil veces la
silla me atreví a sentarme. Cuando volví a mirar a Pau, estaba totalmente
desnudo. Pau está bien, es guapo, luce mucho más vestido que desnudo. Su piel
excesivamente blanca, y su aspecto más hacia lo famélico que hacia lo atlético
le dan un aire más tierno que deseable. De todas formas, allí, en aquel lugar,
en aquel momento, con aquel olor, el horno no estaba precisamente para muchos
bollos... Intenté esbozar la mejor de mis sonrisas, saqué de la cartera dos
billetes de cincuenta y después de dejarlos sobre la cama me dirigí hacia la
puerta.
A Pau no le debió gustar nada...
Se molestó, empezó a protestar indignado. Tenía su gracia escucharlo,
gesticulaba como un mono y me gritaba en un catalán tan cerrado que me
resultaba dificilísimo entenderlo. El puñetero niñato tenía su puntazo de
orgullo... Él era un profesional... A él nadie le regalaba nada... No aceptaba
limosnas... A él se le pagaba un trabajo, y según él, yo lo estaba humillando.
Me lo dijo enfadado, con los ojos brillantes, realmente dolido. A esas alturas
de la noche, yo nada más que tenía una idea en la cabeza, salir lo más rápido
posible de aquel sitio. Realmente me importaba muy poco si el niñato se sentía
orgulloso o humillado, sólo quería salir de allí. Recogí los billetes de la
cama y me dirigí hacia la puerta... Ahora era peor.... Eso le gustó menos...
Que si había perdido la noche.... Que si para eso tanto rollo... Que menuda
mierda... y claro, que si pretendía salir sin pagarle que me partiría allí
mismo las dos piernas. La sola idea de caer en aquel suelo mugriento, me hizo
desistir de cualquier intento de salir sin pactar un precio. Le propuse tres
alternativas, una que tomase el dinero como un anticipo a cuenta de futuros
servicios, dos que facturase por horas en lugar de por servicio, y tres que se
viniera conmigo a mi hotel y terminase el trabajo. Es un pesado, realmente
mucho orgullo, pero poco cerebro. Supongo que es cosa de la edad, una decisión
tan fácil y tan sencilla le hacia dudar... Yo no tenía ganas de estar un
segundo más en aquella casa. Volví a dejar el dinero sobre la cama, me dirigí a
la puerta, y después de despedirme salí sin mirar. Bajé a la calle y me puse a
buscar un taxi. Al momento, a mi espalda escuché: -Que te acompaño... y así nos
dejamos de problemas.....- Me pilló de sorpresa verlo a mi lado. Realmente el
extraño código moral de Pau me tenía desconcertado. Era absurdo, simplemente
absurdo....
En el hotel todo fue más o menos
igual, antes de darme cuenta él se acercó y comenzó a desvestirme... Lo
reconozco, me estaba excitando, pero todo aquello era demasiado grotesco. En
muy poco tiempo habíamos pasado de lo sórdido, cutre, casposo, a lo sórdido,
lujoso, indecente. Desde luego que la habitación del Hotel Arts era
infinitamente mejor que la mierda de polvera de Pau, pero de todas formas, a
pesar del aire acondicionado, la música ambiental, la moqueta inmaculada, la
tenue luz de la habitación, la impresionante vista del mediterráneo, todo
conservaba el sórdido glamour del sexo por dinero.
No pude seguir. Ni empezar. Sin
decir nada me fui directamente a la ducha. Quería quitarme con el gel la
sensación de suciedad pringosa que me acompañaba desde que había contratado los
servicios de Pau, por desgracia ni el agua caliente a toda presión, ni el jabón
de baño limpian la conciencia . Al rato él entró en el baño... Estaba serio, -
¿La primera vez pagando?- Lo pregunto sin el más mínimo interés por la
respuesta, la sabía, no esperó mi respuesta -¿Quieres que terminemos?- tampoco
esperó mi respuesta. - ¿Quieres que hablemos o prefieres que me marche?- esta
vez si que se notaba que esperaba una respuesta. Yo quería que se marchase, que
se fuese, que desapareciera de mi vida para siempre, pero... no sé, me dio la
sensación de que él quería hablar... o quedarse, o yo qué sé, le dije que
hiciera lo que quisiera, pero que si se quedaba me preparase una copa. Yo seguí
en la ducha un rato más pensado que al final, todo aquello sería la copa más
cara de toda mi vida.
Me sorprendió que siguiera allí
cuando salí de la ducha. Me estaba esperando sentado escuchando música y con la
copa preparada... –Quiero hablar contigo... – me dijo, y a continuación:- Eres
un ¡Gilipollas!....Yo, hoy, quería hacerte un regalo... No pensaba cobrarte...-
Sentí escalofríos... Por un momento me sentí un autentico gilipollas...
Hablamos..., que si hablamos... y
nos pilló el amanecer riendo mientras intentaba enseñarle a bailar el tango en
el piso diecisiete... y dejamos de hablar mientras amanecía... y de respirar
mas tarde.... Los rayos del sol rompieron la oscuridad y más cosas se rompieron
allí durante la noche. Luego desayunamos como si nunca antes hubiéramos comido,
y nos quedamos dormidos. Yo no fui a trabajar, y a las cinco de la tarde, él se
fue. Me dio pena que se fuera, pero no por él. Lo llamé, quería volver a verlo.
Me colgó. Luego, me llamó, y cenamos juntos...
Bueno, que un beso.
3 comentarios:
he sentido congoja, ternura... y ganas de beber una copa de vino.
biquiños,
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